Día 17 en la mañana.
Me he detenido un momento para disfrutar de uno de los mejores cafés de la ciudad. "Cafeta" es un pequeño establecimiento justo a la orilla de la avenida principal, cuenta con mucha reputación además de que la vista es bellísima. Se puede observar el kiosko, la iglesia y la explanada central donde se ve a lo lejos niños jugando, globeros, y viejos tocando guitarras.
Me dirijo a casa de Leonardo, no sin antes meditar un poco sobre todo lo ocurrido; las noticias fueron impactantes y hasta el momento no logro asimilarlas del todo.
¡Tengo una hermana! Por dios, ni siquiera puedo imaginarmela. ¿Será de pelo negro como el mio, o castaño como el de mi madre? ¿Sabrá de mi existencia? ¿Habrá conocido a nuestra madre?.
Tengo un cierto temor a conocerla, no sé como reaccionará pero lo peor es que no se que decirle. Pediré la opinión de mi Leo, podrá aconsejarme y tomaré una desición. ¿Conocerla o no conocerla?
Lo que más deseo en este instante, es descansar, comer un gran plato de sopa caliente y tratar de no recordar...
¡Rayos! ya me puse de nuevo sentimental. Pero al recordar la despedida que tuve de la mansión, lágrimas furtivas recorren mis mejillas. No sólo por la carta y la Sra. Gertrudiz, que de por si fue demasiado, sino que mis amigas, mis pocas amigas estuvieron allí al momento en el que me iba.
Justo después de leer la carta, me arrodillé, y llore con todas mis fuerzas. La carta quedó manchada de todas las lágrimas derramadas; la tinta se corrió como si mis lágrimas fuesen de alcohol.
- Es tiempo de que te vayas -Dijo la Sra. Gertrudiz. Tomé un tiempo para tranquilizarme y me puse de pie. La miré a los ojos y sin decir una sola palabra di media vuelta; salí de la habitación, cerré la puerta y suspiré profundamente. Me quedé un rato observando la ciudad a través de la ventana del pasillo, cogí de nuevo mi maleta y me dispuse a salir de allí.
De pronto, Vivi sale de la nada y me da un gran abrazo. Un fuerte y tibio abrazo, que en vez de tranquilizarme hizo que llorara más y más. Me hizo prometerle que la visitaría de vez en cuando, después me acompaño a la cocina, donde todas mis amigas aguardaban: Alma, Lula, Bety, e incluso Gabriel, que con un gran pastel, me dieron la mejor despedida de mi vida. Los extrañare, de una forma muy peculiar pero lo haré.
Me dirijo a casa de Leonardo, no sin antes meditar un poco sobre todo lo ocurrido; las noticias fueron impactantes y hasta el momento no logro asimilarlas del todo.
¡Tengo una hermana! Por dios, ni siquiera puedo imaginarmela. ¿Será de pelo negro como el mio, o castaño como el de mi madre? ¿Sabrá de mi existencia? ¿Habrá conocido a nuestra madre?.
Tengo un cierto temor a conocerla, no sé como reaccionará pero lo peor es que no se que decirle. Pediré la opinión de mi Leo, podrá aconsejarme y tomaré una desición. ¿Conocerla o no conocerla?
Lo que más deseo en este instante, es descansar, comer un gran plato de sopa caliente y tratar de no recordar...
¡Rayos! ya me puse de nuevo sentimental. Pero al recordar la despedida que tuve de la mansión, lágrimas furtivas recorren mis mejillas. No sólo por la carta y la Sra. Gertrudiz, que de por si fue demasiado, sino que mis amigas, mis pocas amigas estuvieron allí al momento en el que me iba.
Justo después de leer la carta, me arrodillé, y llore con todas mis fuerzas. La carta quedó manchada de todas las lágrimas derramadas; la tinta se corrió como si mis lágrimas fuesen de alcohol.
- Es tiempo de que te vayas -Dijo la Sra. Gertrudiz. Tomé un tiempo para tranquilizarme y me puse de pie. La miré a los ojos y sin decir una sola palabra di media vuelta; salí de la habitación, cerré la puerta y suspiré profundamente. Me quedé un rato observando la ciudad a través de la ventana del pasillo, cogí de nuevo mi maleta y me dispuse a salir de allí.
De pronto, Vivi sale de la nada y me da un gran abrazo. Un fuerte y tibio abrazo, que en vez de tranquilizarme hizo que llorara más y más. Me hizo prometerle que la visitaría de vez en cuando, después me acompaño a la cocina, donde todas mis amigas aguardaban: Alma, Lula, Bety, e incluso Gabriel, que con un gran pastel, me dieron la mejor despedida de mi vida. Los extrañare, de una forma muy peculiar pero lo haré.
Día 17 a la media noche.
La fría luz de la luna se cuela por la pequeña ventana de la habitación. La cama, con sus tendidas sabanas blancas todavía tiene las marcas de la última vez que fue usada. Una lámpara figura solitaria en un rincón alejado junto al ropero de madera. Es la habitación de Leonardo, tan tranquila, tan serena. Un retrato de su madre reposa a lado del espejo que al verme reflejada muestra mi preocupación por mi amado. ¿Dónde estará?.
La casa es grande, tan grande que mis memorias podrían perderse en la inmensa soledad. La sala, el comedor, la cocina; todo tan oscuro, tan triste sin él. Un piano llora sin música, un candelabro brilla sin luz, y aunque la casa es grandiosa se siente en ella una inmesa tristeza.
No podré soportar mucho tiempo sola aquí. Mañana iré a ver a mi hermana, así una parte de mi alma descansara, pues es la única familia que me queda o que por lo menos que puedo ver. ¿Dónde estas Leo?
La casa es grande, tan grande que mis memorias podrían perderse en la inmensa soledad. La sala, el comedor, la cocina; todo tan oscuro, tan triste sin él. Un piano llora sin música, un candelabro brilla sin luz, y aunque la casa es grandiosa se siente en ella una inmesa tristeza.
No podré soportar mucho tiempo sola aquí. Mañana iré a ver a mi hermana, así una parte de mi alma descansara, pues es la única familia que me queda o que por lo menos que puedo ver. ¿Dónde estas Leo?
Día 18 al atardecer.
¿Quién puede juzgar a mi madre por los errores de su pasado?
He la ahí, jugando y corriendo a pleno rayo de sol, con su cabello negro reboloteando y su cara sonriente iluminada. Su pequeño vestido rojo sobresalía de entre todos los demás, su inocencia y felicidad se reflejaba a través de sus ojos negros como la noche. El patio donde jugaba era pequeño, pero el pequeño orfanato no tiene muchos niños que cuidar. De pronto, se acercó la encargada, sentándose junto a mi.
- Es envidiable la inocencia de los niños, su única preocupación es jugar, comer y dormir. ¡Quién fuera como ellos toda la vida! - Voltee a verla con una sonrisa y regrese la vista.
- Es mi hermana -Respondí -Apenas me entere de ello.
-Oh vaya! Pero que sorpresa! entonces eres hija de Rose! Válgame Dios! como no pude verlo, eres idéntica a ella.
-¿¡Conoció a mi madre?¡ OH! perdone mi imprudencia, pero ¿Quién es usted?
- No te preocupes, te comprendo. Mi nombre es Yuoana. Hija mía, tu madre era casi como una hermana para mí. Por eso acepte cuidar de Francesa. El día en que llegó destrozada y enferma, mi corazón se desgarro.
- Pero! Pero! que paso con ella! -Le pregunté con euforia -¿Dónde esta?
- Tranquila hija mía... -Contesto al mismo tiempo que cerró los ojos. Se levantó de la pequeña banca de acero en la cual observabamos a Francesa y se dirigió al pequeño ciruelo que crecía a un lado. - ...Se quedó una semana con nosotras, pero al ver que Francesa se sentía cómoda aquí decidió irse, nos dejó una carta de la cual nos dio instrucciones de dársela a Francesa justo cuando llegaras tú. Vaya, pensé que tardarías más. Entonces empacó sus cosas y se fue. Francesa casi no notó su partida, era demasiada pequeña pero cuando pregunta por su madre, no sabemos exactamente que decirle. ¿Qué tal si hablas con ella?.
- Parece tan feliz aquí, tan tranquila, hablarle solo significaría llenarla de dudas y provocarle problemas innecesarios. De por si, no puedo con mis problemas. Será mejor que se quede aquí hasta que tenga que irse.
- Te entiendo pero tarde o temprano tendrá que saber la verdad.
- Entonces el tiempo lo decidirá. - Me levanté en seguida y me disponía a irme. De pronto Francesa se acerca a mi, la serenidad de sus ojos me cautivaron mientras tomaba mi mano.
- Sabes... -Me dijo con su tierna voz - te pareces a mi mamá.
Me quedé atónita ante sus palabras.
- Si mira... -Continuo -aquí tengo una foto de ella. Siempre la traigo conmigo, es lo único que me queda de ella, es muy bonita y se parece a ti.
Mis ojos se inundaron de lágrimas y estuve a punto de llorar; tomé la antigua foto que me hizo recordar la angelical cara de mi madre. Me arrodillé ante ella y regresándole la foto le dije:
- Es porque también es mi mamá.... Soy tu hermana.
-¿Hermana? ¿Eres... conociste a mamá?¿Vives con ella?¿Esta aquí?
- No Francesa, ella no esta aquí, no vive conmigo, pero si la conocí. Cuando era un poco más grande que tú, tuvimos muchos problemas, y tomamos caminos diferentes.
- Entonces, ¿Nunca veré a mamá?
- Te prometo que la buscaremos; yo también quiero verla, la extraño mucho -Le dije con la voz quebrada.
- Hermana! Gracias. Oie como te llamas? -Me preguntó mientras me abrazaba.
- Mi nombre es Ro... Alguien a llegado! Creo que es Leo.!!
¿Quién puede juzgar a mi madre por los errores de su pasado?
He la ahí, jugando y corriendo a pleno rayo de sol, con su cabello negro reboloteando y su cara sonriente iluminada. Su pequeño vestido rojo sobresalía de entre todos los demás, su inocencia y felicidad se reflejaba a través de sus ojos negros como la noche. El patio donde jugaba era pequeño, pero el pequeño orfanato no tiene muchos niños que cuidar. De pronto, se acercó la encargada, sentándose junto a mi.
- Es envidiable la inocencia de los niños, su única preocupación es jugar, comer y dormir. ¡Quién fuera como ellos toda la vida! - Voltee a verla con una sonrisa y regrese la vista.
- Es mi hermana -Respondí -Apenas me entere de ello.
-Oh vaya! Pero que sorpresa! entonces eres hija de Rose! Válgame Dios! como no pude verlo, eres idéntica a ella.
-¿¡Conoció a mi madre?¡ OH! perdone mi imprudencia, pero ¿Quién es usted?
- No te preocupes, te comprendo. Mi nombre es Yuoana. Hija mía, tu madre era casi como una hermana para mí. Por eso acepte cuidar de Francesa. El día en que llegó destrozada y enferma, mi corazón se desgarro.
- Pero! Pero! que paso con ella! -Le pregunté con euforia -¿Dónde esta?
- Tranquila hija mía... -Contesto al mismo tiempo que cerró los ojos. Se levantó de la pequeña banca de acero en la cual observabamos a Francesa y se dirigió al pequeño ciruelo que crecía a un lado. - ...Se quedó una semana con nosotras, pero al ver que Francesa se sentía cómoda aquí decidió irse, nos dejó una carta de la cual nos dio instrucciones de dársela a Francesa justo cuando llegaras tú. Vaya, pensé que tardarías más. Entonces empacó sus cosas y se fue. Francesa casi no notó su partida, era demasiada pequeña pero cuando pregunta por su madre, no sabemos exactamente que decirle. ¿Qué tal si hablas con ella?.
- Parece tan feliz aquí, tan tranquila, hablarle solo significaría llenarla de dudas y provocarle problemas innecesarios. De por si, no puedo con mis problemas. Será mejor que se quede aquí hasta que tenga que irse.
- Te entiendo pero tarde o temprano tendrá que saber la verdad.
- Entonces el tiempo lo decidirá. - Me levanté en seguida y me disponía a irme. De pronto Francesa se acerca a mi, la serenidad de sus ojos me cautivaron mientras tomaba mi mano.
- Sabes... -Me dijo con su tierna voz - te pareces a mi mamá.
Me quedé atónita ante sus palabras.
- Si mira... -Continuo -aquí tengo una foto de ella. Siempre la traigo conmigo, es lo único que me queda de ella, es muy bonita y se parece a ti.
Mis ojos se inundaron de lágrimas y estuve a punto de llorar; tomé la antigua foto que me hizo recordar la angelical cara de mi madre. Me arrodillé ante ella y regresándole la foto le dije:
- Es porque también es mi mamá.... Soy tu hermana.
-¿Hermana? ¿Eres... conociste a mamá?¿Vives con ella?¿Esta aquí?
- No Francesa, ella no esta aquí, no vive conmigo, pero si la conocí. Cuando era un poco más grande que tú, tuvimos muchos problemas, y tomamos caminos diferentes.
- Entonces, ¿Nunca veré a mamá?
- Te prometo que la buscaremos; yo también quiero verla, la extraño mucho -Le dije con la voz quebrada.
- Hermana! Gracias. Oie como te llamas? -Me preguntó mientras me abrazaba.
- Mi nombre es Ro... Alguien a llegado! Creo que es Leo.!!